sábado, 30 de agosto de 2014

00.45 SOBRE LA NEGACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS.











SOBRE LA NEGACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS



Acabo de leer en un diario de Vigo un articulo sobre las religiones y la existencia de Dios. El autor, de cuyo nombre no me acuerdo ni quiero acordarme, emplea el “sutil” argumento de las “barbaries” de las diferentes religiones, sobre todo de las monoteístas, para negar escuetamente toda credibilidad de la trascendencia y existencia de un Ser que creó, rige y juzga a los seres humanos. El argumento es tan ramplón, superficial e insulso que da pena ver a un escritor emitir un juicio de valor sobre todos los siglos de pensadores, santos, ascetas, Dios entre nosotros (Emmanuel) y paremos de contar que han vivido, saboreado e infundido en la humanidad la dinámica de vida que continúa después del “aquí”. Son tantos y tantas las situaciones, vivencias, informaciones y milagros que “suenan” y se vivencia en la larga historia de las religiones que negarlas por el comportamiento inicuo de algunos dentro de las estructuras religiosas y omitir todo el bien, cáritas, esfuerzos de superación, realidad de grandes hombres y mujeres que transitaron esos caminos y han contribuido a hacer mejores a los hombres y a la humanidad en general; es, cuando menos, de gente sin muchas luces de información o de interés espurios y ramplones, el echar tierra y ensuciar las grandes obras materiales y, sobre todo, no materiales, que han jalonado la inmensa historia de las religiones y de multitud de hombres y mujeres que las siguieron, engrandecieron y fueron ejemplo de vida y obras contadas entre lo mejor de la humanidad.

Me siento vejado por la inconsistencia de unas afirmaciones tan superficiales que dañan la legitimidad, honestidad y credibilidad, de la persona y del diario que las pública.

Dios es un ser real, más real que cada uno de nosotros: “En Él vivimos, nos movemos y existimos” dice San Pablo y aquel que tenga un poco de inteligencia, curiosidad por la verdad y ganas de saber, no puede menos de indagar en las fuentes que llevan a las religiones a afirmar su existencia.

La defensa de la VERDAD es necesaria, legítima y resuelve no pocos problemas de los hombres. Necesitamos la dimensión de la Divinidad para poder crecer, vivir y desarrollar lo mejor que poseemos y somos. Sin eso no hay salida y la humanidad entrará en un abismo de mal del que sólo se saldrá con millones de muertos, destrucción y cataclismos inimaginables.

miércoles, 20 de agosto de 2014

00.44 PENSAMIENTOS ELEMENTALES.





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Comprendemos algunas cosas y otras las deducimos de éstas:

1) Comprendemos que aparecimos en un momento del tiempo en un espacio determinado.
2) Sabemos que todo procede de algo anterior que permitió desarrollar nuestro ser.
3)Entendemos que al todo derivar de algo anterior (principio de causalidad) este principio no puede ser infinito.
4)De 3 se deduce que debe haber un principio de todo que no derive de algo anterior.
5) Ese principio debe ser eterno y sin medidas.
6)De 5 se deduce que la causa no es principio de todo; pero el ser que no tiene principio sí.
7)Las cualidades (no determinaciones) de ese Ser son imposibles de imaginar por nuestra mente.
8)Pero las consecuencias: cosas, vida y personas si.
9)Lo que contemplamos y sentimos (lo que captan nuestros sentidos con o sin instrumentos) son una ínfima parte de todo lo que es.
10) Creer que la forma de comprensión de la realidad que tenemos los seres humanos es total o absoluta, es una solemne tontería.
11)Pensar que nuestro conocer de la realidad circundante es totalmente válido, es de seres muy limitados.
12) No aceptar la limitación de nuestro yo en cuanto a determinar lo que es real o no lo es, roza la locura.
13) En fin, aceptar la contingencia humana es el principio de la sabiduría.



00.43 YO NO ME VOY.





Yo no me voy, pues cargo conmigo; a donde vaya me llevo en mí. Cambio el paisaje, las costumbres, los tiempos, pero no puedo salir de vacaciones de mi mismo; sin embargo, cambiar la rutina y los hábitos por un tiempo constituye un alivio de "vida"; ver la sociedad, el mundo y el universo diferente, penetra la esencia de lo nuevo y siempre vivimos de lo nuevo que se realiza en nosotros; en realidad lo que se busca es la riqueza de lo "otro"y eso lo tenemos a cada instante, al alcance de la mano, si sabemos discernirlo.






viernes, 8 de agosto de 2014

00.42 LA ESTULCIA DEL PENSAMIENTO GENERALIZADO








LA ESTULTICIA DEL PENSAMIENTO GENERALIZADO

Una de las cosas más insólitas del pensamiento moderno y de los comentaristas de diarios y revistas en general, es la relativa e insulsa visión que tienen de la dimensión humana. Me asombra leer la sarta de generalizaciones y vaguedades que se suelen “escurrir” al escribir para la “gran masa” de personas sin más instrucción que la elemental, aun en sociedades “desarrolladas”. El cúmulo de generalizaciones “para el consumo” popular, es tal que se afirman como verdades incontestables cosas tan parciales como el capitalismo, el comunismo, la izquierda, la derecha, cada una de las nacionalidades y pare Ud. de contar. Es asombroso como se emplea una premisa general como verdad primera y única en cualquier razonamiento “válido” para hacer ver el entramado de ideas absurdas limitadas y limitantes, ajenas a una prudente reflexión sobre la dimensión de los hechos y cosas humanas. Siempre, es verdad, en el conocimiento humano, es necesaria la generalización, dada la limitación del entendimiento en el hombre; pero con algo de prudencia y un poco de sabiduría se puede dar una visión más cónsona de una realidad, sin las exageraciones propias de ideas generalizadas de una dimensión global y absurdas en su gran mayoría.
Se achaca al capitalismo, a la política, la sociedad, a los ricos, a los ignorantes a los inmigrantes y a una multitud de males o “malosos” ajenos a nosotros, todos las deficiencias, carencias y limitaciones de los cuales “disfrutamos” y disfrazamos. Somos portadores de un pensamiento crítico de los demás agudo e incisivo, no de nosotros y de nuestros actos; vemos: “la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro” (Mt. 7,3). Sabemos y analizamos con premura, profundidad y acusatoriedad, el mal de los otros; pero cuán lejos estamos de tocar, ni con el pétalo de una rosa, las definiciones y maldades que pululan por nuestro interior.
Si se quiere juzgar, condenar o simplemente hacer ver el mal del mundo; empecemos por eliminarlo de nuestro interior. Purifica tu ser y luego verás con más claridad, compasión y cáritas el mal del mundo y de los otros y así, se podrá cambiar; no acusando, ridiculizando, sintiéndose redentor y divulgador de los males de los hombres y del mundo, cuando pesa sobre tus hombros la responsabilidad del mal que haces y del bien que dejas de hacer.
Las generalizaciones son modos de comprender la extensión de lo real en cualquier modo de conocimiento, no verdades absolutas y determinantes de un hecho humano. El capitalismo, por poner un ejemplo, es una situación de la economía condicionada a unos parámetros generales que no se cumplen individualmente y en totalidad en ningún caso. Cuando se afirma que el capital es propiedad de unos pocos, no se toma en cuenta la cantidad ingente de personas que poseen acciones de las diferente compañías y entidades dispersas por el mundo. Es cierto que existen algunas personas las cuales usufructúan más su beneficios; pero también es verdad que el capitalismo es perfectible, es decir mejorable y extensivo a una cantidad mayor de beneficiarios si se quiere hacer su perfeccionamiento. El capitalismo no es un mal en sí mismo, es la lucha entre los más hábiles en esas determinaciones y los menos hábiles; pero en un sistema capitalista, no sólo existen los capitales, sino que muchas otras personas viven de profesiones liberales, de pequeños negocios, de explotaciones de la tierra y variopintas posibilidades de vida que no entran necesariamente en el gran capital y permiten el desarrollo de múltiples maneras de “ganarse la vida”.
Sin embargo en otras opciones pólitico-económicas, como el sistema comunista o socialismos extremos, el único poseedor de todo es el estado y no deja para los individuos, la mayoría de la veces, ni migajas de su poder.
En cuanto a la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene en el desarrollo de las condiciones de su propia vida, es una constante vital: el esfuerzo, la tenacidad, la capacidad y otras cualidades similares, para lograr y determinar su vivir. Nos hacemos en cada “paso que damos”, en cada definición de vida tomada en conciencia o sin ella; la cual marcará nuestro destino de una u otra manera. Somos, primeramente, responsables de nosotros mismos y de aquellas decisiones tomadas durante nuestros encuentros con situaciones vitales. Tenemos y marcamos nuestro destino en los instantes, (tres segundos según los sicólogos), donde decidimos hacer o no hacer unas cosas u otras.
El verdadero problema de nuestras sociedades es el debilitamiento de la capacidad de cada uno, de tomar decisiones acordes con la dimensión espiritual que posemos, forma perenne de nosotros y de nuestro ser profundo y real. Sí, tenemos la capacidad y debemos tomar nuestras vidas, como un camino por “hacernos” en las posibilidades inmensas que la misma vida de cada día nos da. El pensar en tener y no en ser es el gran responsable de nuestro desvío y cuando una sociedad sólo piensa en su entramado, tejido en numerosos siglos de errores y deficiencias y cree que los individuos viven y desaparecen aquí sin dimensión de trascendencia, esto conlleva la eliminación del desarrollo de nuestra dimensión espiritual, abocada al infinito, la cual llena o llenaría, para algunos, la pobreza de su ambición vital. Nuestras sociedades hijas del dinero, el poder, el placer y la ambición, en cualquier orden de su entramado, es fundamentalmente anormal y lleva a los seres inmersos en ella a determinarse en valores utópicos, limitantes, insulsos y de una estulticia extrema, donde el espíritu humano muere de inanición en el silencio de la soledad donde cada uno de nosotros ES.

martes, 5 de agosto de 2014

00.41 DESDE AFUERA-








DESDE AFUERA



Señor de Prada. Tengo 73 años, soy lector de sus artículos en “XL semanal” y me voy a permitir establecer un pequeño diálogo con Ud. Soy español, emigrante a Venezuela en el año 1955 con 15 años. Allí viví durante unos 48 años, salvo 4 años, más o menos, en Francia al comienzo de los años 80 y 6 en Galicia, desde fines del 2001 hasta octubre del 2007, regresando últimamente en noviembre del 2013 de nuevo a Galicia. Soy jubilado, profesor universitario en Venezuela durante 26 años y estudié en la Sorbona (París IV) donde finalicé el doctorado en Filosofía. Fui profesor de lógica simbólica, filosofía y otras materias.
Bien, después de este preámbulo que espero lea con paciencia, me permito hacerle los siguientes comentarios:
Lo considero una persona de un raro valor intelectual y con una visión clara de las circunstancias, sobre todo sociales, de la España actual. Tiene la suerte de continuar siendo católico o al menos eso creo, en momentos tan difíciles para los que quieren creer, como son los actuales y más en este país. Pues bien, en su penúltimo artículo en XL semanal, traza un magnífico retrato de la espiritualidad de las hermanas del convento de la Encarnación, en Ávila, si no me equivoco, donde Santa Teresa estuvo unos 30 años y volvió para ser priora. Creo recordar una frase que más o menos dice: “La fresca brisa del cielo/... / pero no se puede vivir en él siempre”, pido disculpas por el recuerdo libre de tal expresión, dado que no tengo el artículo a mano y no la puedo reproducir textualmente. Me impresionó su captación de la dimensión que tanta falta nos hace y la cual obviamos continuamente, preocupados por mil y una cosa de la “estructura social donde vivimos” dañada y destructora de lo esencial que tiene el hombre: su inmortalidad y trascendencia. La sociedad actual en España o al menos una gran parte de ella, niega este hecho y lo reduce a “cosas de curas”. No sé que tan convencido está de esas verdades; pero sin eso no merece la pena tener las vivencias que tenemos y la vida misma carece de sentido global.
El otro artículo es más de “aquí”, en la misma revista la semana siguiente que termina, para la revista, el 3 de agosto, toca Ud. la situación de las ideas políticas, tan en boga hoy en día, como son el capitalismo y el comunismo.
Me preocupa su acusación de los males del capitalismo, los cuales son evidentes, no en la dimensión que Ud. lo trata, pero sí, en muchos de sus desmanes. Para mí, la problemática social, viene de una sociedad que sólo vive en función de sí misma; es decir, creada por nosotros, para nosotros y en nosotros, sin, la mayoría de las veces, tener en cuenta la doctrina social de la Iglesia y su sabiduría de siglos. El capitalismo salvaje es malo, lo afirmó Juan Pablo II y la Iglesia en general lo mantiene; pero el comunismo es, según palabras de la encíclica de Pio XI “DIVINI REDEMPTORIS” del 19 de Marzo de 1937:
Un sistema lleno de errores y sofismas, contrario a la razón y a la revelación divina; un sistema subversivo del orden social, porque destruye las bases fundamentales de éste; un sistema desconocedor del verdadera origen, de la verdadera naturaleza y del verdadero fin del Estado; un sistema, finalmente, que niega los derechos, la dignidad y la libertad de la persona humana.
Esto y muchas otras cosas muy significativas encontrará leyendo, si no lo hizo ya, esta y otras encíclicas, de Pio IX, León XII y otros Sumos Pontífices que condenaron esa filosofía y su manera de actuar.
Estoy preocupado cuando, no es que defienda, pero sí parece excusar la llegada de esas ideas en una persona que no nombra pero insinúa, y la cual tampoco pretendo nombrar, habiendo vivido lo que viví en Venezuela bajo el imperio del castro-chavismo. No sólo el comunismo es: “intrínsecamente malo” como dice la encíclica, sino que es el eje más puro, conocido hasta hoy, de la maldad y la intervención del espíritu del mal en el mundo. Me parece que necesitaría vivir en Venezuela durante esos fatídicos años, para entender y vivienciar la tragedia que el comunismo significa. De nada serviría contarle todo el mal que hicieron, hacen y parece que seguirán haciendo y donde, en comparación, el peor capitalismo es un juego de niños. No sólo, como la marabunta, destruyen todo lo que tocan sino que todo es para ellos; su capitalismo es el capitalismo supremo, pues tienen toda la riqueza del país y a las personas a su disposición o muertas o en la cárcel; y ellos, sólo ellos, viven en la mayor riqueza, holganza y lujos propios de los sátrapas de la Persia antigua. Los comunismos y los comunistas, son mentirosos, arrastrados, inconsecuentes, degenerados y póngale Ud. todos los más horripilantes adjetivos que quiera y aún se quedará corto. Créame, no caiga en la trampa en que Venezuela cayó. El bipartidismo se instauró allí, con la prepotencia que hoy veo en España y claro está, ante el cansancio de las personas, apareció el redentor buscado, el cual fue escuchado, en muy poco tiempo, por la mayoría de las personas a las cuales se les prometía la solución a una situación cada vez más degradada. El precio fue el CAOS en el cual vive el país actualmente y no parece, después de 16 años que vaya a terminar.
En fin, creo haber expuesto, someramente mi preocupación por lo que llamaría ligereza de su artículo; aunque sé que el móvil del mismo parece ser el quitar “pólvora” al compendio de miedos y carga sicológica ante la aparición de un fenómeno político vivido por mí en Venezuela y que sí, ha llevado a ese pobre país, a la ruina, física, moral y espiritual casi total. (1)

Atentamente

Jorge Antonio Lastra R.  D. Ph.

1) Esto es un mensaje al aire, aunque con nombre, por la reflexión que el artículo del Señor Juan Manuel de Prada provoco en mí, ante la "ligereza" intrínseca de su articulo sobre el capitalismo y el miedo al comunismo.