DESDE
AFUERA
Señor
de Prada. Tengo 73 años, soy lector de sus artículos en “XL
semanal” y me voy a permitir establecer un pequeño diálogo con
Ud. Soy español, emigrante a Venezuela en el año 1955 con 15 años.
Allí viví durante unos 48 años, salvo 4 años, más o menos, en
Francia al comienzo de los años 80 y 6 en Galicia, desde fines del
2001 hasta octubre del 2007, regresando últimamente en noviembre del
2013 de nuevo a Galicia. Soy jubilado, profesor universitario en
Venezuela durante 26 años y estudié en la Sorbona (París IV) donde
finalicé el doctorado en Filosofía. Fui profesor de lógica
simbólica, filosofía y otras materias.
Bien,
después de este preámbulo que espero lea con paciencia, me permito
hacerle los siguientes comentarios:
Lo
considero una persona de un raro valor intelectual y con una visión
clara de las circunstancias, sobre todo sociales, de la España
actual. Tiene la suerte de continuar siendo católico o al menos eso
creo, en momentos tan difíciles para los que quieren creer, como son
los actuales y más en este país. Pues bien, en su penúltimo
artículo en XL semanal, traza un magnífico retrato de la
espiritualidad de las hermanas del convento de la Encarnación, en Ávila, si no me equivoco, donde Santa Teresa estuvo unos 30 años y
volvió para ser priora. Creo recordar una frase que más o menos
dice: “La fresca brisa del cielo/... / pero no se puede vivir en él
siempre”, pido disculpas por el recuerdo libre de tal expresión,
dado que no tengo el artículo a mano y no la puedo reproducir
textualmente. Me impresionó su captación de la dimensión que tanta
falta nos hace y la cual obviamos continuamente, preocupados por mil
y una cosa de la “estructura social donde vivimos” dañada y
destructora de lo esencial que tiene el hombre: su inmortalidad y
trascendencia. La sociedad actual en España o al menos una gran
parte de ella, niega este hecho y lo reduce a “cosas de curas”.
No sé que tan convencido está de esas verdades; pero sin eso no
merece la pena tener las vivencias que tenemos y la vida misma carece
de sentido global.
El
otro artículo es más de “aquí”, en la misma revista la semana siguiente que termina, para la revista, el 3 de agosto, toca Ud. la situación de las ideas
políticas, tan en boga hoy en día, como son el capitalismo y el
comunismo.
Me
preocupa su acusación de los males del capitalismo, los cuales son
evidentes, no en la dimensión que Ud. lo trata, pero sí, en muchos
de sus desmanes. Para mí, la problemática social, viene de una
sociedad que sólo vive en función de sí misma; es decir, creada
por nosotros, para nosotros y en nosotros, sin, la mayoría de las
veces, tener en cuenta la doctrina social de la Iglesia y su
sabiduría de siglos. El capitalismo salvaje es malo, lo afirmó Juan
Pablo II y la Iglesia en general lo mantiene; pero el comunismo es,
según palabras de la encíclica de Pio XI “DIVINI
REDEMPTORIS” del 19 de Marzo de 1937:
“Un
sistema lleno de errores y sofismas, contrario a la razón y a la
revelación divina; un sistema subversivo del orden social, porque
destruye las bases fundamentales de éste; un sistema desconocedor
del verdadera origen, de la verdadera naturaleza y del verdadero fin
del Estado; un sistema, finalmente, que niega los derechos, la
dignidad y la libertad de la persona humana.”
Esto
y muchas otras cosas muy significativas encontrará leyendo, si no lo
hizo ya, esta y otras encíclicas, de Pio IX, León XII y otros Sumos
Pontífices que condenaron esa filosofía y su manera de actuar.
Estoy
preocupado cuando, no es que defienda, pero sí parece excusar la
llegada de esas ideas en una persona que no nombra pero insinúa, y
la cual tampoco pretendo nombrar, habiendo vivido lo que viví en
Venezuela bajo el imperio del castro-chavismo. No sólo el comunismo
es: “intrínsecamente malo” como dice la encíclica, sino que es
el eje más puro, conocido hasta hoy, de la maldad y la intervención
del espíritu del mal en el mundo. Me parece que necesitaría vivir
en Venezuela durante esos fatídicos años, para entender y vivienciar
la tragedia que el comunismo significa. De nada serviría contarle
todo el mal que hicieron, hacen y parece que seguirán haciendo y
donde, en comparación, el peor capitalismo es un juego de niños. No
sólo, como la marabunta, destruyen todo lo que tocan sino que todo
es para ellos; su capitalismo es el capitalismo supremo, pues tienen
toda la riqueza del país y a las personas a su disposición o
muertas o en la cárcel; y ellos, sólo ellos, viven en la mayor
riqueza, holganza y lujos propios de los sátrapas de la Persia
antigua. Los comunismos y los comunistas, son mentirosos,
arrastrados, inconsecuentes, degenerados y póngale Ud. todos los más
horripilantes adjetivos que quiera y aún se quedará corto. Créame,
no caiga en la trampa en que Venezuela cayó. El bipartidismo se
instauró allí, con la prepotencia que hoy veo en España y claro
está, ante el cansancio de las personas, apareció el redentor
buscado, el cual fue escuchado, en muy poco tiempo, por la mayoría
de las personas a las cuales se les prometía la solución a una
situación cada vez más degradada. El precio fue el CAOS en el cual
vive el país actualmente y no parece, después de 16 años que vaya
a terminar.
En
fin, creo haber expuesto, someramente mi preocupación por lo que
llamaría ligereza de su artículo; aunque sé que el móvil del
mismo parece ser el quitar “pólvora” al compendio de miedos y
carga sicológica ante la aparición de un fenómeno político vivido
por mí en Venezuela y que sí, ha llevado a ese pobre país, a la
ruina, física, moral y espiritual casi total. (1)
Atentamente
Jorge
Antonio Lastra R. D. Ph.
1) Esto es un mensaje al aire, aunque con nombre, por la reflexión que el artículo del Señor Juan Manuel de Prada provoco en mí, ante la "ligereza" intrínseca de su articulo sobre el capitalismo y el miedo al comunismo.