jueves, 25 de octubre de 2007

00 08 LA DICTADURA DE LO SOCIAL 2.






La dictadura de lo social II


El ser humano, depositado en un mundo cuyos engranajes no controla, hace, mediante su inteligencia, estructuras reales: físicas, intelectuales y sociales que tienen como denominador común y primario las ideas. Estas, producidas por el “acercamiento” al ser de la “realidad natural” entre la mente y los hechos que suceden fuera de nosotros, sin nosotros y ajenos a nosotros; inducen al pensamiento humano hacia “realidades ideales” que, algunas, pueden ser mas o menos desarrolladas en la “realidad natural” y otras no.
Los desarrollos de las ideas en la realidad física, conllevan la transformación de la forma natural de las cosas en otra “realidad construida” cambiando en la materia su forma física, química o biológica, pero no creando materia nueva y mucho menos esencia o ente. Para que la “realidad construida” pueda darse, la realidad del ser de la esencia y de la materia deben permanecer siendo lo que son: es decir permanentes en su dimensión de entidad que nosotros no hemos hecho, ni pensado, y mucho menos creado. Y más aún ni tan siquiera podemos penetrar su realidad de ser en lo que verdaderamente son.
Dada esta situación de limitación del ser humano ante la “realidad natural”. Percibida nuestra incapacidad de penetrar totalmente, poseer y dominar la “realidad natural”: borramos la limitación que nos avergüenza y nos inhibe; para asumir, pensar y destacar solamente lo que podemos hacer y lograr con las posibilidades que tenemos. Esta manera de comportamiento intelectual y emocional satisface la necesidad de control, dominio y seguridad emocional que agobian a los seres humanos, ante un mundo y una realidad ajena que no se pliega a nuestros deseos, ni a nuestras expectativas o necesidades.
Los “mundos” creados a nuestra medida o escala son, evidentemente, más controlables y aceptables que aquellos donde se realiza, en verdad, nuestra posibilidad de ser. Vivimos en un pequeño planeta azul, entre enormes conglomerados de estrellas, galaxias, “nubes de materia” etc. Que se mueve por si mismo rotando y trasladándose alrededor del sol, en cada instante que pasa, con una regularidad y continuidad asombrosa que permite medir el tiempo y las distancias de manera casi perfecta. Dentro de ese planeta una capa-burbuja de aire, formada por distintos tipos de gases nos protege, acoge y nos permite seguir viviendo en cada segundo que respiramos. Así mismo, la biosfera, producto de la “realidad natural” como todo lo dicho antes pero sumamente especializada, no solamente nos dio el ser material sino que lo conserva y perfecciona a cada instante, en una constante “marea” de vida y ser que no nos interesa percibir y menos pararnos a pensar en ella, con la frecuencia que, dicha realidad, merece.
Todo esto que parece de una obviedad aplastante, nos remite a la manera como concebimos, vivimos y nos comportamos ante la realidad que permite el desarrollo de nuestra vida, nuestros hacer y nuestra estructura social, política y personal.
La primera verdad derivada de la “realidad natural” es que no somos si ella no es, no vivimos si ella no lo permite, no podemos desarrollar nada si ella no está. Y el corolario consecuente es bastante simple: sí, eso es verdad, pero como siempre permanece y no nos falla para que perder el tiempo pensado es eso. La respuesta también es simple y directa: porque si no pensamos y tenemos por fundamental lo que en verdad lo es, haremos de lo secundario lo esencial. Pero ¿Y qué mas da? En la vida lo que se nos “regala” no hace falta conseguirlo y bastante tiene uno con la lucha de cada día para poder subsistir. Eso es así porque la estructura social, hecha a la medida humana, conlleva las deficiencias propias de una criatura imperfecta, tocada por la multitud de sus defectos que se han trasferido de siglo en siglo y arrastra el peso de la destrucción de su esencia primigenia por el pesado fardo del “mal” que ha permitido y hecho.
Así que partir como premisa fundamental de nuestra vida, de aquello que la mente humana ha determinado como principios inherentes del ser y del hacer, es caer en la limitación, en lo inesencial y lo malo que toda estructura humana implica. Porque se puede aceptar la limitación, lo secundario e incluso lo malo de las formas sociales y políticas que desarrolla el ser humano, bajo ciertas circunstancias, como productos de la enfermedad genérica del hombre. Pero creer que la imposición social o cultural de un contexto determinado es verdad única, total y excluyente, es una aberración contextual, síquica y ontológica insostenible y que produce muertes, destrucción y aniquilación de quien o quienes no mantengan la misma limitada manera de ver las cosas. Esto se observa multitud de veces al “viajar” por la historia humana.
Aquí comienza la búsqueda de una razón o unos principios los cuales sirvan de guía y camino hacia una forma de vida más cónsona con nuestra dimensión humana.
La primera realidad que deberíamos fijar es que la vida y ser de los humanos depende de realidades que nosotros no hemos hecho.
La segunda es que la vida nos ha sido donada, regalada si se quiere.
La tercera es que vivimos de prestado y gratis en un planeta que produce lo necesario para mantener nuestro ser físico: el aire, el sol, el agua y un largo etc. nos son obsequiados sin nosotros solicitarlos.
La cuarta es que nacemos en un lugar y un tiempo sin haberlo pedido ni deseado. Aparecemos y somos gratuitamente.
La quinta es que nadie es ”yo” ósea soy exclusivo, único, aunque no excluyente.
La sexta es que tengo un lugar en hacer y del ser mundo; si yo no hago lo que tengo que hacer nadie lo hará por mi y mi “tarea” existencial no será realizada.
La séptima es que no estamos aquí para siempre, pasamos unos cuantos años y luego nos vamos dejando todo lo que “poseemos”, hacemos o hemos querido.
La octava es que no somos iguales, ni física, ni intelectual, ni espiritualmente. Ni tan siquiera somos iguales a nosotros mismos, pues el tiempo y el espacio de nuestra viva transitan cambiándonos.
La novena es que sólo tenemos el instante presente (3 segundos dicen los sicólogos). Pues el “pasado” no es sino el “futuro” que el “presente” “araña” al tiempo.
La décima y la más importante es que no somos por nosotros mismos y que sólo tomamos conciencia de nuestro ser y estar después de haber aparecidos en esta realidad.
Hay otras premisas más o menos interesantes pero en este decálogo creo que están las más importantes. Una cosa se revela cierta: nuestra realidad no la hacemos nosotros. Lo que hacemos son nuestros “mundillos” a los que damos sentido de realidad absoluta y excluyente de cualquier otra realidad que le haga sombra. Pero ellos no pasa la prueba del tiempo y mucho menos tienen la dimensión de realidad perdurable que nosotros le queremos dar, para nuestra seguridad emocional.