lunes, 2 de noviembre de 2009

00 20 LA LIBERTAD.


No hay estado ni poder en la tierra que pueda inducir, a los seres humanos, a ser lo contrario de aquello que quieren ser. Pueden disimular, hacer como si, pero nunca serán lo que se quiere. Ninguna voluntad humana tiene el poder de inducir a otro, a ser como quisiera que fuera aquel o aquellos que mandan. Por otra parte ninguna voluntad humana es tan perfecta que lo que quiere se realice con sólo quererlo; este papel de dios, no es propio de nuestra potencia de ser; tampoco los seres espirituales (ángeles), la tienen. Más aún, Dios mismo, creador del Universo y de todo lo existente, no somete la libre voluntad que dio a los seres con espíritu.

La libertad es el atributo mayor que tenemos los seres dotados de espíritu y es de tal dimensión que, mediante nuestra libertad, podemos negar la aceptación de la Voluntad Divina, aún sabiendo que ella es lo mejor de lo posible y cualquier acción en contra de ella, nos lleva a la destrucción de nuestra felicidad y de la misma libertad que usamos de manera indebida.


La pretensión humana de hacer un hombre nuevo y perfecto, choca con ésta determinación del espíritu que es la LIBERTAD. Lo probó Platón cuando mediante la aceptación de sus ideas, expresadas en La República, el tirano de Siracusa: Dionisio le permitió instaurar sus utopías en la ciudad: el fracaso fue espantoso. También, la Iglesia Católica, en la edad media, con todo el poder en Occidente, no pudo imponer la religión cristiana en la mente de todos los hombres. Los regímenes comunistas, fascistas y similares, menos aún han podido hacer el hombre nuevo, tan deseado por todas las utopías humanas.

La Libertad es la posibilidad interior y exterior de decir no, cuando nuestra “interioridad” no acepta lo que se le propone. Y es tan respetada por el Creador que deja a sus creaturas libres, con la consecuencia de vivir sin Él por toda la eternidad.

El hombre, algunos seres humanos, en su pretensión de lograr un bien imposible, para todos los “convenientes”, aquí en la tierra construyen y aplican por la fuerza, sea de la coacción, la física o el adoctrinamiento, sus ideas a los otros hombres sin respetar su libertad. Ellos lo tienen todo y poseen el poder de hacerlo, pero nadie puede imponer a los otros sus propias ideas, a no ser que el “otro” las acepte en libertad y libremente.

Cualquier intento de someter al hombre a una perfección forzada, da como resultado la repulsa y la violencia del que así es sometido. La libertad es un don inalienable, está por “encima”, de la voluntad del Creador, por su misma decisión. Es decir Él respetará la libertad concedida, aún en detrimento de sus queridas y amadas creaturas.

¿Cómo pueden creer, un hombre o los hombres, que les será posible imponer a los otros sus desquiciadas e imposibles ideas?