00.42 LA ESTULCIA DEL PENSAMIENTO GENERALIZADO
LA
ESTULTICIA DEL PENSAMIENTO GENERALIZADO
Una
de las cosas más insólitas del pensamiento moderno y de los
comentaristas de diarios y revistas en general, es la relativa e
insulsa visión que tienen de la dimensión humana. Me asombra leer
la sarta de generalizaciones y vaguedades que se suelen “escurrir”
al escribir para la “gran masa” de personas sin más instrucción
que la elemental, aun en sociedades “desarrolladas”. El cúmulo
de generalizaciones “para el consumo” popular, es tal que se
afirman como verdades incontestables cosas tan parciales como el
capitalismo, el comunismo, la izquierda, la derecha, cada una de las
nacionalidades y pare Ud. de contar. Es asombroso como se emplea una
premisa general como verdad primera y única en cualquier
razonamiento “válido” para hacer ver el entramado de ideas
absurdas limitadas y limitantes, ajenas a una prudente reflexión
sobre la dimensión de los hechos y cosas humanas. Siempre, es
verdad, en el conocimiento humano, es necesaria la generalización,
dada la limitación del entendimiento en el hombre; pero con algo de
prudencia y un poco de sabiduría se puede dar una visión más
cónsona de una realidad, sin las exageraciones propias de ideas
generalizadas de una dimensión global y absurdas en su gran mayoría.
Se
achaca al capitalismo, a la política, la sociedad, a los ricos, a los
ignorantes a los inmigrantes y a una multitud de males o “malosos”
ajenos a nosotros, todos las deficiencias, carencias y limitaciones
de los cuales “disfrutamos” y disfrazamos. Somos portadores de un
pensamiento crítico de los demás agudo e incisivo, no de nosotros y
de nuestros actos; vemos: “la paja en el ojo ajeno y no la viga
en el nuestro” (Mt. 7,3). Sabemos y analizamos con premura, profundidad y
acusatoriedad, el mal de los otros; pero cuán lejos estamos de tocar,
ni con el pétalo de una rosa, las definiciones y maldades que
pululan por nuestro interior.
Si
se quiere juzgar, condenar o simplemente hacer ver el mal del mundo;
empecemos por eliminarlo de nuestro interior. Purifica tu ser y luego
verás con más claridad, compasión y cáritas el mal del mundo y de
los otros y así, se podrá cambiar; no acusando, ridiculizando, sintiéndose redentor y divulgador de los males de los hombres y del
mundo, cuando pesa sobre tus hombros la responsabilidad del mal que
haces y del bien que dejas de hacer.
Las
generalizaciones son modos de comprender la extensión de lo real en
cualquier modo de conocimiento, no verdades absolutas y determinantes
de un hecho humano. El capitalismo, por poner un ejemplo, es una
situación de la economía condicionada a unos parámetros generales
que no se cumplen individualmente y en totalidad en ningún caso.
Cuando se afirma que el capital es propiedad de unos pocos, no se
toma en cuenta la cantidad ingente de personas que poseen acciones
de las diferente compañías y entidades dispersas por el mundo. Es
cierto que existen algunas personas las cuales usufructúan más su
beneficios; pero también es verdad que el capitalismo es
perfectible, es decir mejorable y extensivo a una cantidad mayor de
beneficiarios si se quiere hacer su perfeccionamiento. El capitalismo
no es un mal en sí mismo, es la lucha entre los más hábiles en esas
determinaciones y los menos hábiles; pero en un sistema capitalista,
no sólo existen los capitales, sino que muchas otras personas viven
de profesiones liberales, de pequeños negocios, de explotaciones de
la tierra y variopintas posibilidades de vida que no entran
necesariamente en el gran capital y permiten el desarrollo de
múltiples maneras de “ganarse la vida”.
Sin
embargo en otras opciones pólitico-económicas, como el sistema
comunista o socialismos extremos, el único poseedor de todo es el
estado y no deja para los individuos, la mayoría de la veces, ni
migajas de su poder.
En
cuanto a la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene en el
desarrollo de las condiciones de su propia vida, es una constante
vital: el esfuerzo, la tenacidad, la capacidad y otras cualidades
similares, para lograr y determinar su vivir. Nos hacemos en cada
“paso que damos”, en cada definición de vida tomada en conciencia
o sin ella; la cual marcará nuestro destino de una u otra manera.
Somos, primeramente, responsables de nosotros mismos y de aquellas
decisiones tomadas durante nuestros encuentros con situaciones
vitales. Tenemos y marcamos nuestro destino en los instantes, (tres segundos según los sicólogos), donde
decidimos hacer o no hacer unas cosas u otras.
El
verdadero problema de nuestras sociedades es el debilitamiento de la
capacidad de cada uno, de tomar decisiones acordes con la dimensión
espiritual que posemos, forma perenne de nosotros y de nuestro ser profundo y real.
Sí, tenemos la capacidad y debemos tomar nuestras vidas, como un
camino por “hacernos” en las posibilidades inmensas que la misma
vida de cada día nos da. El pensar en tener y no en ser es el gran
responsable de nuestro desvío y cuando una sociedad sólo piensa en
su entramado, tejido en numerosos siglos de errores y deficiencias y
cree que los individuos viven y desaparecen aquí sin dimensión de
trascendencia, esto conlleva la eliminación del desarrollo de
nuestra dimensión espiritual, abocada al infinito, la cual llena o
llenaría, para algunos, la pobreza de su ambición vital. Nuestras
sociedades hijas del dinero, el poder, el placer y la ambición, en
cualquier orden de su entramado, es fundamentalmente anormal y lleva
a los seres inmersos en ella a determinarse en valores utópicos,
limitantes, insulsos y de una estulticia extrema, donde el espíritu
humano muere de inanición en el silencio de la soledad donde cada
uno de nosotros ES.
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