viernes, 8 de agosto de 2014

00.42 LA ESTULCIA DEL PENSAMIENTO GENERALIZADO








LA ESTULTICIA DEL PENSAMIENTO GENERALIZADO

Una de las cosas más insólitas del pensamiento moderno y de los comentaristas de diarios y revistas en general, es la relativa e insulsa visión que tienen de la dimensión humana. Me asombra leer la sarta de generalizaciones y vaguedades que se suelen “escurrir” al escribir para la “gran masa” de personas sin más instrucción que la elemental, aun en sociedades “desarrolladas”. El cúmulo de generalizaciones “para el consumo” popular, es tal que se afirman como verdades incontestables cosas tan parciales como el capitalismo, el comunismo, la izquierda, la derecha, cada una de las nacionalidades y pare Ud. de contar. Es asombroso como se emplea una premisa general como verdad primera y única en cualquier razonamiento “válido” para hacer ver el entramado de ideas absurdas limitadas y limitantes, ajenas a una prudente reflexión sobre la dimensión de los hechos y cosas humanas. Siempre, es verdad, en el conocimiento humano, es necesaria la generalización, dada la limitación del entendimiento en el hombre; pero con algo de prudencia y un poco de sabiduría se puede dar una visión más cónsona de una realidad, sin las exageraciones propias de ideas generalizadas de una dimensión global y absurdas en su gran mayoría.
Se achaca al capitalismo, a la política, la sociedad, a los ricos, a los ignorantes a los inmigrantes y a una multitud de males o “malosos” ajenos a nosotros, todos las deficiencias, carencias y limitaciones de los cuales “disfrutamos” y disfrazamos. Somos portadores de un pensamiento crítico de los demás agudo e incisivo, no de nosotros y de nuestros actos; vemos: “la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro” (Mt. 7,3). Sabemos y analizamos con premura, profundidad y acusatoriedad, el mal de los otros; pero cuán lejos estamos de tocar, ni con el pétalo de una rosa, las definiciones y maldades que pululan por nuestro interior.
Si se quiere juzgar, condenar o simplemente hacer ver el mal del mundo; empecemos por eliminarlo de nuestro interior. Purifica tu ser y luego verás con más claridad, compasión y cáritas el mal del mundo y de los otros y así, se podrá cambiar; no acusando, ridiculizando, sintiéndose redentor y divulgador de los males de los hombres y del mundo, cuando pesa sobre tus hombros la responsabilidad del mal que haces y del bien que dejas de hacer.
Las generalizaciones son modos de comprender la extensión de lo real en cualquier modo de conocimiento, no verdades absolutas y determinantes de un hecho humano. El capitalismo, por poner un ejemplo, es una situación de la economía condicionada a unos parámetros generales que no se cumplen individualmente y en totalidad en ningún caso. Cuando se afirma que el capital es propiedad de unos pocos, no se toma en cuenta la cantidad ingente de personas que poseen acciones de las diferente compañías y entidades dispersas por el mundo. Es cierto que existen algunas personas las cuales usufructúan más su beneficios; pero también es verdad que el capitalismo es perfectible, es decir mejorable y extensivo a una cantidad mayor de beneficiarios si se quiere hacer su perfeccionamiento. El capitalismo no es un mal en sí mismo, es la lucha entre los más hábiles en esas determinaciones y los menos hábiles; pero en un sistema capitalista, no sólo existen los capitales, sino que muchas otras personas viven de profesiones liberales, de pequeños negocios, de explotaciones de la tierra y variopintas posibilidades de vida que no entran necesariamente en el gran capital y permiten el desarrollo de múltiples maneras de “ganarse la vida”.
Sin embargo en otras opciones pólitico-económicas, como el sistema comunista o socialismos extremos, el único poseedor de todo es el estado y no deja para los individuos, la mayoría de la veces, ni migajas de su poder.
En cuanto a la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene en el desarrollo de las condiciones de su propia vida, es una constante vital: el esfuerzo, la tenacidad, la capacidad y otras cualidades similares, para lograr y determinar su vivir. Nos hacemos en cada “paso que damos”, en cada definición de vida tomada en conciencia o sin ella; la cual marcará nuestro destino de una u otra manera. Somos, primeramente, responsables de nosotros mismos y de aquellas decisiones tomadas durante nuestros encuentros con situaciones vitales. Tenemos y marcamos nuestro destino en los instantes, (tres segundos según los sicólogos), donde decidimos hacer o no hacer unas cosas u otras.
El verdadero problema de nuestras sociedades es el debilitamiento de la capacidad de cada uno, de tomar decisiones acordes con la dimensión espiritual que posemos, forma perenne de nosotros y de nuestro ser profundo y real. Sí, tenemos la capacidad y debemos tomar nuestras vidas, como un camino por “hacernos” en las posibilidades inmensas que la misma vida de cada día nos da. El pensar en tener y no en ser es el gran responsable de nuestro desvío y cuando una sociedad sólo piensa en su entramado, tejido en numerosos siglos de errores y deficiencias y cree que los individuos viven y desaparecen aquí sin dimensión de trascendencia, esto conlleva la eliminación del desarrollo de nuestra dimensión espiritual, abocada al infinito, la cual llena o llenaría, para algunos, la pobreza de su ambición vital. Nuestras sociedades hijas del dinero, el poder, el placer y la ambición, en cualquier orden de su entramado, es fundamentalmente anormal y lleva a los seres inmersos en ella a determinarse en valores utópicos, limitantes, insulsos y de una estulticia extrema, donde el espíritu humano muere de inanición en el silencio de la soledad donde cada uno de nosotros ES.

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